por Lic. María Elena Valdez
El 4 de abril Tandil cumple 191 años. El aniversario siempre es motivo de festejo y a la vez, tiempo de reivindicación de la propia historia que, con sus más y sus menos, ha sabido llegar hasta nuestros días, con sobrados motivos por los que sentirnos orgullosos y comprometidos con el devenir local.
Tiempo, también, de
recordar a pioneros y fundadores en todas las esferas, que siguen siendo fuente
de inspiración para quienes hoy tienen en sus manos la tarea y la oportunidad
de marcar el rumbo de esta ciudad bendecida con sus bellezas naturales y su
capital humano, siempre subrayados por quienes nos visitan.
La fundación del fuerte y el nacimiento de la ciudad
Tras la batalla de
Cepeda, en 1820, la Provincia de Buenos Aires se transformó en un estado
independiente. La necesidad del gobierno de ampliar la frontera hacia el sur
para aumentar la producción de carnes y cueros a fin de insertarlos en el
mercado internacional, determinó una avanzada sobre estas tierras, ocupando el
territorio al sur del Salado mediante la instalación de fortines y el
asentamiento de una incipiente población alrededor.
De esta manera, el 4 de abril de 1823
el Brigadier General Martín Rodríguez, entonces gobernador de la Provincia,
funda el Fuerte de la Independencia que dio origen a la ciudad de Tandil. Los
documentos históricos dan cuenta del encantamiento que produjeron estas tierras
en los fundadores. Las condiciones geográficas, la disponibilidad de aguadas,
la calidad de las tierras para el desarrollo agro-ganadero, el abrigo de las
sierras, eran factores que garantizarían el crecimiento de una “ciudad populosa
y rica”, en palabras del propio Brigadier.
El fuerte con forma de cuero
estaqueado, fue levantado con piedra de los alrededores, ocupando las 4
manzanas donde hoy se emplazan importantes edificios como el Palacio Municipal,
el Ex Banco Hipotecario, la Iglesia Matriz, el Colegio San José, y el Templo
Danés, entre las calles Rodríguez, Maipú, Chacabuco y Belgrano, frente a la
Plaza independencia. En principio contenía unas pocas edificaciones de barro y
paja suficientes para albergar y a la escasa población y cubrir sus necesidades
básicas: la Comandancia, la capilla, el hospital, cocina y vivienda de la tropa.
El pequeño poblado tardó en crecer
debido a la hostilidad de la vida en la frontera, la falta de mano de obra y el
frecuente ataque de los aborígenes en busca del ganado de las estancias. Poco a
poco Tandil atrajo pobladores de diversos orígenes, con conocimientos, técnicas
y habilidades nuevas para esta región; tan pronto se instalaron, ejercieron
diferentes oficios que propiciaron la diversificación económica en la ciudad y
el campo y promovieron ellos mismos la radicación de sus compatriotas.
Conforme la ciudad fue creciendo en
torno al fuerte y éste perdió su sentido de defensa original, el deterioro y el
estado de abandono lo condujeron hacia su total destrucción en 1860. En la
actualidad unas placas de bronce, marcan en el suelo lo que fueran las esquinas
de la fortaleza. En el Museo Histórico del Fuerte, una maqueta y varios objetos
de la época nos conectan con aquel 4 de abril de 1823.
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